Yo había llegado el sábado, vivía en la Ciudad, tenía casi cuatro años sin visitar a mi familia en Higuera. No podía evitar la mala disposición de algunas personas, unos sólo me trataban mal otros eran abiertos en el asunto. Mi prima mayor siempre tenía que sacar la cara por mí, por que yo no me sabía defender, no de esa manera, en primer lugar, no sabía por que estaban enojados.
El flaco, había sido de los pocos que no habían hecho comentarios sobre mi lugar de residencia, viajábamos apretujados en el asiento trasero, escuchando la música esquizoide de mi prima. Podía sentir los huesos afilados de la cadera del flaco, él trataba de disimular su interés en mi escote. En la carretera no había nadie, no había nada, sólo nosotros.
Pasamos el barrio el Oasis, el flaco miró la intersección de reojo como presintiendo. De las sombras salió un carro que nos echaba las luces, mi prima quien iba al volante, aceleró, haciendo lo que cualquiera hubiera hecho, el carro sin más se nos puso al lado, eran dos los tripulantes, los dos clavaron la mirada en el flaco. Mi prima de inmediato dijo:
- Flaco, no me digas que te andan buscando.
- Nada pasa, tú sigue
El carro se alejó, el flaco se quitó despacio el reloj, y me lo dio. “Guárdame esto, ¿quieres?”. Ya no había vuelta. No habíamos viajado ni dos minutos cuando el carro que nos rebasó se hallaba obstruyendo el camino. Tuvimos que parar, mi prima gritaba histérica más de 7 insultos por segundo, todo un record. El flaco me miró, me guiñó el ojo y salió del auto junto con el novio de mi prima quien viajaba en el frente. Todos los demás nos quedamos boquiabiertos adentro.
La música seguía, mi prima seguía, yo sostenía el reloj del flaco, tengo que aceptar que me gustaba la familiaridad con la que me trataba. El bajó sacudiendo las manos en el aire, gritando frases inteligibles, para mí, no estaba acostumbrada al acento. Se encontraron frente a frente, los cuatro se veían, a nadie se el ocurrió apagar la música para escuchar lo que se dijeron, los del otro carro se veían enojados y dispuestos a lo que fuera. El flaco y el novio de mi prima esperaban.
Los golpes comenzaron, el flaco se daba con el más alto, el novio de mi prima con el otro. La disputa no duró mucho, yo no me había atrevido a parpadear, sentía como un vacío en el estómago, mi corazón latía junto conmigo, no podía dejar de mirar el ralo cuerpo del flaco, se movía con una determinación de por lo menos 100 kilos, mi respiración se aceleraba, preferí cruzar las piernas, para prevenir cualquier cosa.
El sangrante flaco subió al carro, seguido del novio de mi prima. Me sonrió como un chiquillo y pasó su brazo por mi hombro, haciéndome suya. Los contrincantes se quejaban en el suelo, los rodeamos por el acotamiento y nos alejamos. Mi prima no paraba de insultar así estaba desde que todo empezó, todavía a nadie se le había ocurrido apagar la música. Creo que la sangre fue la razón por la que no fuimos a cenar, en lugar de eso fuimos a la sala de emergencia de San Antonio. Al flaco le dieron 4 puntadas en la ceja y al novio de mi prima le dieron unos analgésicos por que parecía que tenía una costilla rota. Decidieron no levantar cargos.
La Higuera parecía un pueblo fantasma después de las 8 de la noche, fuimos a dejar a cada uno a sus respectivas casas, el flaco pidió que lo fueran a dejar a él por último, así tendríamos el asiento trasero para nosotros solos, no necesitábamos mucho espacio, estábamos uno sobre el otro, besándonos mientras mi prima manejaba.
Me acariciaba con sus huesudas manos, parecía un halo, un suspiro. Me buscaba y me encontraba en rincones, mi mente estaba en blanco, concentrada en sus manos en mi piel, no habían frases en mi mente, imágenes solamente, colores, sonidos. Él tenía un aire de confianza y camarería, él sabía lo que había que hacer, como si hubiese estado en esta situación miles de veces, sus ojos medio abiertos emanaban luz, mientras su lengua me dibujaba.
Mi prima miraba por el retrovisor y su novio le pasaba el toque. Paramos frente a casa del flaco, me dio un beso en la frente, y se despidió de lejos. En el barrio donde vivía el novio de mi prima la luz pública no era muy eficiente, así que pasamos largos tramos en total oscuridad, en silencio. Su maltecho novio se bajó de auto todavía quejándose de su costilla, balbuceaba cosas bonitas, por efecto de los analgésicos y la mota.
Yo no sabía que pensar, sostenía en mi mano el reloj del flaco, había olvidado devolverlo. Mi prima con su mirada maliciosa me dijo: - ¿Y?, yo sólo le sonreí, no quería que me echara a perder el momento, no tenía ganas de explicarlo. Pensaba en lo aburrida que era mi vida en la ciudad, pensaba que esta era la libertad de la que tanto hablaban. Comenzaba a construir ideas en mi mente, en todas el flaco estaba presente.
Mi prima sin más bajó el volumen de la música, me dijo: “¡Qué lástima que esta casado!”. Escuché en silencio. Mi prima al ver que no reaccionaba siguió, “se casó el año pasado, su mujer esta visitando a sus papás en los Estados Unidos”. Mi prima hablaba, pero yo no escuchaba, todo lo veía como en cámara lenta, pensando que tal vez despertaría pronto. Abrí la ventana, pude sentir el aire en mi cara, la misma cara que hacía unos instantes besaba el flaco. El reloj lo tiré por la ventana. No abrí la boca el resto de la noche. Mi prima al terminar su monólogo subió el volumen a la música.
Fabiola
Enero de 2005
Friday, January 07, 2005
Le decían el flaco...
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